50 AÑOS DE LA UNILLANOS: Más allá de las efemérides
- ADU Sindicato
- 18 may
- 3 Min. de lectura
Por. Pedro René Eslava M.
Profesor Asociado - Unillanos
En una institución que brilla por el silencio casi cómplice frente a su desempeño colectivo, por su mutismo discursivo o propositivo ante las problemáticas regionales o las realidades nacionales, es bueno congratularse cuando se abre un medio escrito para el análisis, el debate, la interpretación y sí es menester, el disenso y los contrapesos de opinión; como la publicación que hoy saludamos, un periódico de la Asociación Sindical de Docentes de Unillanos- ADU, bajo el nombre tan significativo: ‘Mano Vuelta’ como en la minga, o en las culturas campesinas, donde no prima el lucro sino los compromisos solidarios y la urdiembre de tejido humano auténtico. Un espacio para quienes quieran, cual los peces migratorios, que persisten en remontar contra las corrientes hasta logar reproducirse…

El título de esta columna de opinión sigue el hilo de una idea que esbocé apenas, sin continuidad en otro de tantos espacios fugaces, de esos nuevos lugares virtuales en los que ahora interactuamos, otro ‘chat’ de profesores motivados y llenos de caritas felices, congratulados al recibir con efusividad los saludos y parabienes por el medio siglo institucional. Hemos recordado que el pasado 2 de mayo, 50 años atrás, la Universidad Tecnológica - hoy Universidad de los Llanos-, inició su vida académica con clases nocturnas en las instalaciones del colegio INEM Luis López de Mesa de Villavicencio. Algunos protagonistas aún nos acompañan, cual testigos vitales llenos de anécdotas sobre la vida institucional, gracias a todos ellos y ellas. A partir de la Ley 30 de 1992, nos asumimos como la Universidad pública de la Orinoquía. Hoy tenemos más sedes, programas académicos, una página web y una Oficina de Comunicaciones. Pero seguimos sintiendo que algo esencial falta: autonomía real, impacto social, credibilidad. Acreditar viene del latín accredere, que significa “dar crédito”, “confiar”. ¿La sociedad confía en nosotros? ¿Nos reconoce como una institución que transforma?


Hace poco, los resultados de la prueba Saber Pro 2024 arrojaron una señal de alarma: en buena parte de nuestros programas profesionales estamos por debajo de la media nacional en competencias como lectura crítica, comunicación escrita y razonamiento cuantitativo. Más allá del debate técnico, esto nos interpela como comunidad académica. ¿Qué tipo de formación estamos entregando? ¿Qué papel jugamos en el desarrollo de nuestros territorios?, ¿cuál es la eficacia de la dirección universitaria frente a estos asuntos?
El aniversario no puede limitarse a celebraciones rituales. Como bien lo señalaba el maestro Jorge Ortega Navarro, necesitamos una auto-endo-reflexión. Tomando distancia de la simulación, una mirada sincera y transparente a nuestras prácticas, nuestras omisiones, nuestras estructuras. Porque la democracia universitaria sigue siendo precaria; las clientelas burocráticas, voraces; las comunidades académicas, fragmentadas o inexistentes. Y el llamado “relevo generacional” es, en muchos casos, apenas una caricatura.
Decía Julián de Zubiría recientemente en El Espectador que necesitamos cultivar el “ojo tranquilo” en la lectura. Nietzsche y Estanislao Zuleta hablaron de rumiar los textos. Sin procesos metacognitivos, sin aprendizaje profundo, sin vínculo real con las personas y los territorios, cualquier esfuerzo educativo se diluye. Y si no somos capaces de leer críticamente ni siquiera los textos, mucho menos leeremos la complejidad del mundo que nos rodea. Seguramente, los pedagogos y expertos agendarán tareas y programas para superar los resultados precarios frente a las recientes pruebas, y podamos discutir si ellas son pertinentes o representativas, si hacen parte de manías tecnocráticas o imposiciones sin principio de realidad, etc., yo de mi parte pienso que, sin la habilidad para pasar de leer críticamente ya sean textos o resultados de investigación, difícilmente lograremos ser buenos lectores del entorno que nos certifica. En ultimas, la acreditación social no se logra con formatos, ni con lobby ante los entes evaluadores. Se gana con pertinencia, con pensamiento crítico, con compromiso ético. Se construye cuando nuestros egresados transforman su entorno; cuando la investigación responde a problemas y cuando la investigación responde a problemas y elabora propuestas de cambio; cuando la docencia no solo informa, sino que forma.
Congratulaciones.

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